El contexto de indignación frente las arbitrariedades del fujimorato me llevaron a expresar mi rechazo y a rescatar un símbolo, la bandera del Perú, que había sido secuestrada por aquellos que defendían un gobierno autoritario y excluyente. Hablar de los noventa nos hace recordar la ardua y penosa lucha por una democracia y gracias a este interés por lo nuestro que estaba siendo vulnerado nos sigue revelando claves de lo que somos como país y lo mucho que nos falta hacer. Necesitábamos expresarnos por una razón sublime y sagrada: el amor a la patria.
Ésta bandera de Emergencia no es afable. No es terapéutica. No colabora con el trabajo de duelo u olvido; si fuese así sería una inscripción borrada. El olvido solamente se recupera mediante la palabra y la provocación del movimiento de los campos rojos laterales compuestos por luces circulinas de emergencia y por luces blancas de centro hospitalario. Ambas luces segadoras y aturdidoras.